Durante mucha de nuestra historia la profesión de mensajero ha sido una de las más
peligrosas.
En la antigüedad, mucho antes de que existieran los
correos electrónicos, teléfonos o telegramas,
dependíamos exclusivamente de los mensajeros para llevar comunicaciones importantes a
lugares lejanos. Durante tiempos de guerra por ejemplo, si dos generales
querían comunicarse, era necesario que un mensajero
corriera el riesgo de viajar a territorio enemigo para entregar la
carta o rollo de papiro. Por lo general, los soldados
dejaban pasar ilesos a los mensajeros, pero los
destinatarios de estos mensajes, que
a menudo eran reyes u otras personas
poderosas, podían
descargar su frustración sobre ellos. ¡Cuando traían malas noticias, los mensajeros a veces eran
torturados o ejecutados!