El pasado jueves, el opositor ruso Alexéi Navalni asistía a una vista judicial por videoconferencia. Al final de la comparecencia, Navalni bromeaba con el magistrado, diciéndole que le enviaría el número de su cuenta bancaria para que la pudiera “calentar un poco” con su “enorme salario” de juez federal. “Porque a mí se me está acabando el dinero y, con la decisión que acabas de tomar, se me acabará incluso más rápido”, añadió Navalni. El juez no pudo por más que sonreír.
A juzgar por su actitud despreocupada, uno hubiera podido pensar que el opositor ruso estaba, qué sé yo, en arresto domicili
Un bonito recuerdo que me llevé de los meses que pasé en Japón, hace unos años, es el de oír niños cantando. En aquella época, cogía con frecuencia el tren para ir a Tokio. Los vagones solían ir abarrotados, pero reinaba tal silencio que, si uno cerraba los ojos, no resultaba difícil imaginar que no había nadie más en el tren. De vez en cuando, no obstante, el silencio era interrumpido por un adorable sonido: el de un niño pequeño cantando.
A veces, cuando venía en el tren un amigo también extranjero, hacíamos la broma cruel, al oír el canto de algún niño, de que esa feliz espontaneidad tenía l
De niña, yo jugaba al balonmano en el colegio. Ahora, creo que muchos padres se involucran más en las actividades deportivas de sus hijos, pero en aquella época no. Solo había un padre que venía a ver los partidos… y se enfadaba muchísimo. Gritaba como un energúmeno desde la banda cada vez que, en alguna jugada, su hijo no hacía lo que él esperaba. Después dejó de venir —no sé si alguien habló con él— y fue un gran alivio, no solo para su hijo, sino también para el resto del equipo.
El desagradable recuerdo de aquel hombre, cuya presencia nos robaba la diversión, me vino a la memoria hace unos
Desde que existe el pintalabios, existe la niña —o el niño, o el chiquillo no binario— que, como mamá, quiere pintarse los labios. Un juego infantil, una anécdota que contar años después, quizá sacando de algún polvoriento álbum familiar una foto que demuestre que sí, que aquel momento ocurrió.
De alguna manera, de la anécdota del pintalabios, y otros comportamientos infantiles similares, hemos pasado a tener una incipiente industria de productos de estética para niños que, según la BBC, en 2028 facturará casi 400 millones de dólares en todo el mundo. Una industria que tiene en su punto de mira
Si tuviera tiempo y dinero ilimitados, dudo que jamás volvería a coger un avión. No es solo incómodo el desplazamiento en sí —el aire recirculado, las estrecheces—, sino también el antes y el después. Una de las maneras creativas que han encontrado las aerolíneas, en los últimos años, para hacer la experiencia incluso más desagradable, es la de cobrar por cosas insignificantes: elegir asiento, por ejemplo.
El pasado jueves, 15 de febrero, el Comité de Peticiones del Parlamento Europeo aceptó estudiar la denuncia de un ciudadano español contra la asignación aleatoria de asiento de las compañías