“Vamos al grano” — Let’s get down to business
Por precaución, Marta actúa como si estas visitas no fueran planeadas. Cuando entramos en su oficina, ella dejó de actuar.
“Vamos al grano. ¿Qué ofreces esta vez?”
“Honestamente, no sé...” respondí.
Con cuidado, presenté la pluma y el coral envueltos en papel. Marta observó el paquete como una niña en la mañana de Navidad.
Ella no es mi colaboradora solo por el dinero - se emociona genuinamente cuando examina este tipo de artefacto inusual. Reliquias antiguas, fósiles, todo tipo de especímenes… Pero su admiración desapareció rápidamente cuando abrió el paquete.
“¿Qué es esto? ¿Una broma?”
“Encontré estos objetos dentro de un paquete misterioso que llegó a mi puerta hace unos días.”
“A ver si te comprendo... Encontraste un poco de basura y pensaste: ¡Ya sé! Llamo a Marta, a quien no veo desde hace más de dos meses, y malgasto su tiempo.”
“Por favor, Marta, yo solo te presento artefactos cuando creo que son importantes,” insistí. ¿Cuánto crees que valen? ¿Qué opinas?
“¿Qué opino?” demandó Marta. “Pues, opino que tenemos un par de decoraciones baratas.”
“No, no. Hay algo más aquí. Por favor, Marta, necesito tu intelecto incomparable.” Le imploré con ojitos tristes.
Ella suspiró, y finalmente aceptó, “Está bien, primero debo examinarlos bajo el microscopio, ¡pero no te prometo nada, eh!”
Ella tomó muestras de ambos objetos y yo, con una sonrisa pícara, me despedí: “¡Eres una en un millón, Marta!”
“Sí, sí... y contigo también rompieron el molde,” dijo ella.
Todo el camino de vuelta a mi casa imaginé las posibilidades: “Quizás ella tiene razón y la pluma es de un mediocre disfraz de carnaval. Es la explicación más lógica. Pero también existe la remota posibilidad, que sea parte de algo mucho más fascinante. Quizás, hace un milenio, adornó la cabeza de un emperador maya…
Llegué a mi apartamento aún soñando despierto y encontré una pila de sobres frente a la puerta. Cuentas. Pero uno de los sobres es diferente. Sucio y bien gastado, sin dirección… Solo mi nombre, escrito a mano. Llegó el segundo paquete.
“Vamos al grano. ¿Qué ofreces esta vez?”
“Honestamente, no sé...” respondí.
Con cuidado, presenté la pluma y el coral envueltos en papel. Marta observó el paquete como una niña en la mañana de Navidad.
Ella no es mi colaboradora solo por el dinero - se emociona genuinamente cuando examina este tipo de artefacto inusual. Reliquias antiguas, fósiles, todo tipo de especímenes… Pero su admiración desapareció rápidamente cuando abrió el paquete.
“¿Qué es esto? ¿Una broma?”
“Encontré estos objetos dentro de un paquete misterioso que llegó a mi puerta hace unos días.”
“A ver si te comprendo... Encontraste un poco de basura y pensaste: ¡Ya sé! Llamo a Marta, a quien no veo desde hace más de dos meses, y malgasto su tiempo.”
“Por favor, Marta, yo solo te presento artefactos cuando creo que son importantes,” insistí. ¿Cuánto crees que valen? ¿Qué opinas?
“¿Qué opino?” demandó Marta. “Pues, opino que tenemos un par de decoraciones baratas.”
“No, no. Hay algo más aquí. Por favor, Marta, necesito tu intelecto incomparable.” Le imploré con ojitos tristes.
Ella suspiró, y finalmente aceptó, “Está bien, primero debo examinarlos bajo el microscopio, ¡pero no te prometo nada, eh!”
Ella tomó muestras de ambos objetos y yo, con una sonrisa pícara, me despedí: “¡Eres una en un millón, Marta!”
“Sí, sí... y contigo también rompieron el molde,” dijo ella.
Todo el camino de vuelta a mi casa imaginé las posibilidades: “Quizás ella tiene razón y la pluma es de un mediocre disfraz de carnaval. Es la explicación más lógica. Pero también existe la remota posibilidad, que sea parte de algo mucho más fascinante. Quizás, hace un milenio, adornó la cabeza de un emperador maya…
Llegué a mi apartamento aún soñando despierto y encontré una pila de sobres frente a la puerta. Cuentas. Pero uno de los sobres es diferente. Sucio y bien gastado, sin dirección… Solo mi nombre, escrito a mano. Llegó el segundo paquete.