Mi
salida de la isla fue tan surrealista como mis aventuras ahí.
Me subí al bote en la
oscuridad, y observé mientras la figura de Valeria en la playa
se hacía más pequeña, hasta que
desapareció. Luego,
me acosté y contemplé las estrellas
hasta quedarme dormido. Cuando desperté,
era de día y ya no estaba en el bote. El
suave movimiento de las
olas había sido
reemplazado por las vibraciones de una
carretera remota en algún lugar de Panamá. Estaba sentado en
la parte trasera de un camión junto a unas
pollos en jaulas. ¡Todo pudo haber sido un
sueño! Excepto que
dentro de mi maletín encontré el libro de Artemisa.
Así concluyó mi odisea...