¡Hola a todos, y bienvenidos a nuestro programa informativo semanal! Yo soy Carolina. Hoy es miércoles 19 de agosto de 2020. A continuación, hablaremos de la Convención Nacional Demócrata que, por primera vez, se celebra de forma virtual por culpa del coronavirus. Les contaremos quién es Luis Abinader, el nuevo presidente de la República Dominicana. Hablaremos de la presencia árabe en América Latina y del intento de Rusia de aumentar su influencia en la región. Y terminaremos en Bielorrusia, para relatarles el nuevo ‘triunfo’, de dudosa legitimidad democrática, del presidente Lukashenko en las elecciones del pasado 9 de agosto. Una victoria fraudulenta que ha desatado la ira de la oposición, y de buena parte de la sociedad.

Pero vamos a empezar, si les parece, por la Convención Nacional Demócrata …

Hace algunos años, cuando estudiaba en la universidad, tuve la oportunidad de leer La democracia en América, un ensayo que Alexis de Tocqueville escribió en 1835 para desentrañar el sistema político de Estados Unidos. En uno de lospasajes de la obra, el sociólogo y pensador francés aseguró que “nada es más maravilloso que el arte de ser libre”, pero que “nada es más duro que aprender a usar esa libertad”. Las sociedades democráticas tienen el derecho, y el privilegio, de poder elegir a sus representantes. Pero eso no garantiza que sus decisiones sean siempre las más acertadas. Afortunadamente,

Convocar elecciones en medio de una pandemia no es fácil. Eso lo sabe bien la República Dominicana, que celebró sus comicios presidenciales el pasado 5 de julio. El nuevo jefe de estado del país, el liberal Luis Abinader, tomó posesión de su cargo el domingo pasado.

El pasado 16 de agosto, Luis Abinader fue investido como nuevo presidente de la República Dominicana. Su llegada al poder pone fin a 16 años de gobiernos del Partido de Liberación Dominicana y supone un cambio político de calado en este pequeño país caribeño. Abinader, líder del opositor Partido Revolucionario Moderno, de tendencia liberal, ganó las elecciones con el 52% de los votos. A lo largo de los próximos cuatro años, deberá asumir la hercúlea tarea de sacar al país de la crisis económica provocada por la pandemia del Covid-19.

Las elecciones no estuvieron exentas de polémica. Las urnas

Luis Abinader, por cierto, es nieto de un libanés que llegó a la República Dominicana en 1898. Eso me ha llevado a pensar en la gran cantidad de personajes del mundo de la política y de la cultura de ascendencia árabe que hay en América Latina.

A muchos quizá les sorprenda la cifra, pero en América Latina viven hoy 18 millones de personas de origen árabe. La mayoría son descendientes de inmigrantes que llegaron a la región a finales del siglo XIX o a principios del siglo XX, en la época del desmembramiento del Imperio Otomano. Su integración ha sido siempre magnífica, a pesar de las diferencias culturales, idiomáticas y religiosas.

Muchos de los árabes que llegaron a América Latina eran cristianos que decidieron dejar sus países de origen para escapar de la persecución religiosa. Pero también hubo muchos árabes musulmanes que, presos

La comunidad árabe es tremendamente influyente en América Latina. Quien no lo es tanto es Rusia, que está intentado incrementar su poder político, económico y militar en la región.

El mundo unipolar de la post-Guerra Fría, con Estados Unidos como única superpotencia, se ha diluido en las primeras dos décadas del siglo XXI. Cada vez son más los actores estatales que intentan consolidarse como hegemones en unas relaciones internacionales crecientemente complejas. China y Rusia contestan con fuerza el dominio militar y económico de Estados Unidos, mientras que la Unión Europea trata de avanzar en su integración política, con la aspiración de poder ser un verdadero actor global.

Uno de los lugares donde las grandes potencias del mundo compiten por tener más poder e influenci

Y vamos a terminar en Bielorrusia, donde arrecian las protestas contra el presidente Alenxander Lukashenko, al que acusan de haber ganado de forma fraudulenta las elecciones presidenciales del pasado 9 de agosto.

Bielorrusia es formalmente una democracia, pero carece de muchos de los rasgos que suelen definir estos sistemas políticos. Por ejemplo, el de la alternancia en el poder. Desde que el país se constituyó como república independiente, en 1994, los bielorrusos han tenido un único presidente: Alexander Lukashenko. Un personaje corrupto y siniestro, que lleva más de cinco lustros gobernando con mano de hierro, y al que las organizaciones internacionales acusan de violar los derechos humanos de su pueblo. El pasado 9 de agosto, por sexta vez consecutiva, Lukashenko volvió a ganar las elecciones, con