Una estrategia arriesgada
20 December 2017
El miedo es un factor tóxico en cualquier sociedad. De esto siempre han sabido aprovecharse los líderes populistas, aquellos mesías manipuladores que, apelando a las emociones, temores y fobias de la población, prometen la vuelta a un supuesto pasado idílico. Las crisis económicas, las grandes migraciones humanas y la teórica pérdida de soberanía nacional ante las instituciones internacionales siempre son el caldo de cultivo del cual se aprovechan los líderes de la extrema derecha para pescar votos en río revuelto. Ante el peligro de que continúe aumentando la popularidad de estos partidos ultranacionalistas que, a lo largo del sangriento siglo XX, tantos males ocasionaron, los países de la Unión Europea se encuentran ante el difícil dilema de escoger entre las siguientes alternativas: crear una especie de cordón sanitario entre los demás partidos para que las fuerzas xenófobas jamás logren formar parte de una coalición de gobierno (caso de Alemania y Francia); endurecer las propias políticas migratorias y antieuropeístas para así apropiarse del discurso de la ultraderecha y poder robarle los votos (caso de Polonia, Hungría y República Checa); o por último, permitir que la ultraderecha forme parte del gobierno con la esperanza de que así, a través del desgaste que siempre lleva consigo el ejercicio del poder, se vea interrumpido su ascenso popular.