Una aventura psicodélica en el desierto mexicano
3. Con la barriga llena
Una vez en el desierto, Santos y yo
espoleamos nuestros caballos y comenzamos a cabalgar con total libertad a través de la extensa
llanura. Santos me permitió marchar al frente, para así
vigilar atentamente mis movimientos. Al cabo de unos minutos, decidió que mis dotes como jinete eran aceptables, así que
se desentendió un poco de mí y me permitió cabalgar a mi ritmo sobre Relámpago. De modo que allí estaba yo, un hombre galopando libremente por el desierto mexicano
a lomos de uno de los animales más vigorosos, hermosos y, ¿por qué no decirlo?, sensuales del planeta. Sin duda alguna es una de